viernes, 5 de diciembre de 2014

Un año de Benjamin

Hace un año solo sabía que tenía una panza grande, un bebé adentro que de vez en cuando empujaba  para afuera con su patita y que eventualmente iba a llegar el parto. Ni idea tenía de lo que iba a ser el parto. Decidí que iba a salir bien y que no importa si había hecho un curso o no, mi cuerpo se había estado preparando 9 meses para ese momento. 41 semanas y 3 días para ser exactos. 



Era el mismo cuerpo que había logrado hacer crecer un bebé, cómo no iba a ser capaz de funcionar durante el parto?  De todas maneras, pedí que sea en un hospital y con anestesia. Un botoncito que te va dopando a demanda. Genial. Igual dolió un montón, pero así tiene que ser! Lo que uno más atesora en la vida es lo que consiguió con esfuerzo! 


El 3 de diciembre comenzó la inducción a eso de las 10:00. Fuimos en bici al hospital, porque pensábamos que me iban a decir que volviera al día siguiente. Igual la bici era la única manera de desplazarme cómodamente en esos días. Me sentía una morsa con las patas hinchadas. Como nunca, mi mamá me hizo masajes en los pies para que se deshinchen. Horas! Sí! Mi mamá! 


Todo el día tranquila, durmiendo, haciendo nada… a la noche cena, caminata en bata por el hospital, vuelta a la habitación y contracciones. Auch. Un dolor que nunca me voy a olvidar. Pienso en eso ahora y me duele! Tenía la ilusión de monitorear las contracciones con una app que me había bajado en el celu. A la mierda el celu, esto duele un montón!


Después de pasar a la salita de parto, pasaron algunas horas, de eso Johnny se acuerda bien. Yo no. Para mí la secuencia era dolor-dormir-dolor. Mi mamá estaba en la otra punta de la pieza leyendo, mandando mensajitos con su celu o tratando de no mirar. Pobre, no la estaba pasando muy bien.  Me dijo Johnny: Cuando tengas ganas como de ir al baño acordate que tenés que avisar, es el momento de pujar. Menos mal que me lo dijo, hacía como media hora que pensaba “justo ahora tengo ganas de cag…”? 


Y empezó el trabajo de parto. Cuando ya estaba la cabecita por ahí abajo asomadita, y no salía pensaba… ufff será muy tarde para la cesárea? Me acordaba de cuando tenía 12 años y me quise depilar con cera y la dejé enfriar demasiado en la pierna… la tenía que sacar sea como sea y sabía que iba a doler! La opción era amputarme la pierna. Bueno algo así sentí. Pero todos… enfermera, partero, doctora me decían vamos vamoooooos! Vas muy bien!!!  Mientras yo pensaba no voy bien un carajo pero que buena onda me tira esta gente. Y Johnny que se acostaba en el piso y se agarraba las piernas mientras me decía “Así tenés que hacer Solly… apfff… apffff”. Mi coach. Le faltaban la panza y las contracciones, justo lo que hacía difícil el trabajo. A todo esto, siempre seguí en holandés. Tan empecinada en hablarlo que ni hasta para putear del dolor lo abandoné. 


Hasta  que en un momento (4:44 am del 4/12) dice la doctora: Miren a quién tenemos acá????!!!! Y me puso en la panza al Benny. Mi sensación, sin editar ni hacer poesía… me pusieron un montón de chinchulines calentitos arriba de la panza. Mi chorizo! Ese era mi hijito! No le podía ver la cara y le pedí a Johnny que me cuente cómo era. Estaba tan enojadito! Y en el momento que le pude ver su carita, Johan se acercó a mi mamá y le contó su nombre. Henzo Benjamín. Y mi mamá se emocionó, por supuesto. El nombre es especial para las dos familias. Para la mía, por mi papá. Para la de Johan por ser el “portador de apellido” y porque tiene las mismas iniciales que su papá. 



Después en un interín de 6 horas estábamos en casa. Lo envolvimos al Benny en el fular verde, con papá, al taxi y a casita. Y ahí empezó mi crash course de cómo ser una madre de un bebé. En Holanda hay unas mujeres que te vienen a ayudar esa primera semana. Una especie de hada madrina. Yo tuve dos, Vera y Joan. Y ahí aprendí a vestirlo-darle la teta – bañarlo- limpiarle la colita-tratar de hacerlo dormir. Una y otra vez. Y el padre a aprender también, salvo por lo de la teta. Y ahí estaba obviamente la abu Liz, para tenerlo todo el día en brazos y hacerme dudar un poco sobre qué tenía que hacer o no. Brazos o no? Dormir con él o no? Dejarlo llorar o no? Qué difícil… hasta que decidí hacer lo que me hiciera sentir bien. No me gusta que llore. Si me llora es porque me necesita! Que se vayan todos a la mierda! 

 
Y gracias a eso dejé de sentirme mala madre, a pesar de algunas miradas raras que escondían un “habría que dejarlo llorar”. Ah! Y es muy útil el vendarlo como Tutankamón para que no se despierte cuando se mueve por reflejo. Genial. Lo momifiquemos  y no le demos bola! Mirá que si no te toma el tiempo y no te deja hacer nada! Perdón, no es lo mío. Ya tendré tiempo para ir al baño… 



Y así fueron pasando las primeras semanitas y meses… fuimos a Argentina cuando Benny tenía 2 meses. Toda la familia lo llenó de amor y besos y abrazos. Como debe ser. Y volvimos al invierno holandés. Cuando empezaba la primavera, también era tiempo de volver al trabajo. Y no quería. Ay, qué sensación fea (aunque fueran 4 días por semana). Y empezaba una nueva obsesión: el sacaleche. Mi objetivo era claro: leche materna exclusiva hasta los 6 meses. Y fue difícil, pero lo logré!  Todos los días en el trabajo y en casa… horas y horas, litros y litros… gracias a Netflix por hacerme el aguante!



Y Benjamino empezó a dormir más horas y de a poco a dormir solo… a fuerza de echar a mamá y papá de su propia pieza. Nos fuimos a dormir al living en un colchón de aire desde agosto hasta mediados de noviembre para que Benny duerma tranquilo en una pieza oscura y silenciosa. Eso es amor. 



De a poquito pequeñas hazañas… darse vuelta, gatear, sentarse, pararse y ahora falta el último pasito… caminar. Benjamín, mi nenino precioso, que come de todo, que sonríe todo el tiempo, que le gustan los abrazos, los besos y las mordidas en el cachete. Que está obsesionado con la tecnología y agarra compu-tablet-celu y lo que tenga a su alcance. Que le encanta el ruido de Skype cuando llamamos a la abu o los tíos. Que le gustan las canciones que le canta mamá y baila porque es latino. Que hace ruiditos como claclacla (como caballito)y juega a “qué estilo!”. Que tiene un rulito largo al lado de la oreja que no le quiero cortar porque me da ternura. Que le encanta bañarse en su bañaderita verde. Que duerme con su conejito y su osito. Que va todos los días al jardín en el asientito de la bici sin quejarse aunque llueva o haga frío. 


 

Un año, una revolución. Soy feliz de tenerte Benny. Me cambiaste la vida, me hiciste querer ser una mejor persona. Te amo. Feliz primer cumple mi cielito.